Introducción: Viajar con miedo no es fácil (pero es posible)
Recuerdo perfectamente la última vez que tuve que coger un avión. Días antes ya no dormía bien. Me despertaba sobresaltado, imaginando que me mareaba en pleno vuelo, que no podía salir, que sufría un ataque de pánico con todos mirándome. Mi mente convertía cada detalle del viaje en una amenaza.
Viajar con ansiedad es una experiencia que muy pocos comprenden realmente. No se trata de «nervios normales», sino de un miedo visceral que te dice que escapar no será posible, que perderás el control, que algo va a ir mal.
En este artículo quiero compartirte mi experiencia real y una guía de supervivencia que no vas a encontrar en una revista de viajes. Está pensada para ti, que tienes ansiedad, pánico o agorafobia, y aún así no quieres renunciar a moverte por el mundo.
1. Antes del viaje: preparar la mente (y no solo la maleta)
a) Aceptar que va a haber ansiedad (y que eso no significa peligro)
Durante mucho tiempo creí que viajar sin ansiedad era el objetivo. Hoy sé que el objetivo es viajar a pesar de la ansiedad. Aceptar que vendrá me da más calma que intentar evitarla a toda costa.
b) Información: la medicina contra la incertidumbre
La ansiedad ama lo desconocido. Saber dónde voy a estar, qué voy a hacer, cuánto dura el trayecto, qué puedo llevar… me ayuda a reducir los «y si…».
c) Preparar un «kit de tranquilidad»
Incluyo: auriculares con música relajante, botella de agua, chicle, libro, una foto que me calme, apps de meditación (como Calm o Headspace), y una nota escrita por mí recordándome que ya he superado esto antes.
2. Aviones, trenes y coches: mis estrategias reales para cada medio de transporte
a) En el avión: miedo al encierro y la catástrofe
- Pido asiento de pasillo: saber que puedo levantarme me da libertad.
- Aviso a la tripulación si estoy muy nervioso: suelen ser comprensivos y atentos.
- Uso auriculares desde el principio: la música me aísla del ruido y me centra.
- Respiro antes del despegue: inspiro en 4, retengo en 4, suelto en 6. Lo repito.
- Evito café antes del vuelo: no necesito más activación en mi sistema nervioso.
b) En el tren: sensación de atrapamiento y descontrol
- Me siento cerca de una salida o en la cabina del final: me da sensación de opción de escape.
- Me enfoco en la vista exterior o en un libro: ayuda a romper el bucle mental.
- Evito pensar en el destino: me concentro en el «ahora mismo estoy aquí».
c) En el coche: miedo a perder el control o a no poder parar
- Si conduzco, pongo música suave y evito autopistas al principio.
- Si soy pasajero, aviso al conductor de mi ansiedad: me ayuda saber que no tendré que fingir.
- Me permito parar si lo necesito: normalizarlo ha sido clave.
3. Durante el trayecto: cómo gestiono los pensamientos catastrofistas
a) Repetición de frases ancla
«Esto es ansiedad, no peligro». «Ya he sentido esto antes y ha pasado». «No tengo que huir, solo respirar».
b) Redirigir la atención
Uso ejercicios como contar matrículas, describir mentalmente lo que veo o imaginar una escena que me relaje. Dirigir la mente es como sujetar un globo que quiere escapar.
c) Recordar mis pequeños logros pasados
A veces releo mensajes que me he escrito tras viajes anteriores donde lo conseguí. Eso me recuerda que puedo hacerlo otra vez.
4. Cuando algo sale mal (y no pasa nada)
No siempre sale perfecto. A veces he llorado en un avión, he tenido que bajarme de un tren o parar el coche. Antes eso me hacía sentir fracasado. Hoy sé que eso también es avanzar. Porque al menos lo intenté.
Viajar con ansiedad no significa que todo tiene que salir bien, sino que me atrevo a hacerlo incluso cuando mi mente me dice que no debería.
5. La vuelta: celebrar y aprender
Cuando vuelvo a casa, escribo lo que salió bien, lo que fue difícil, y qué herramientas me sirvieron. Así, cada viaje es una lección que refuerza mi confianza.
Y también me doy permiso para descansar. Porque viajar con ansiedad desgasta. Reconocerlo es autocuidado.
6. Mensaje final: si puedes imaginarlo, también puedes atravesarlo
Si estás leyendo esto y tienes un viaje pronto, quiero que sepas que te entiendo. Que no eres raro, ni estás roto. Que el miedo no significa que no puedas hacerlo. Solo que necesitarás hacerlo a tu manera.
No te compares con los demás. Céntrate en tus pasos, en tus logros. Viajar con ansiedad no es solo moverse de un lugar a otro: es también un viaje interior hacia tu fortaleza.
Tú puedes hacerlo. Y cuando lo hagas, aunque sea con miedo, será una victoria real.







